jueves, 5 de abril de 2012

La Ciudad de los Libros y la Imagen. Una utopía mecanizada.

Ya desde lejos se puede oler. Huele a libros viejos. El aroma del cuero, el perfume de la tinta de imprenta, el olor de las hojas que esperan a que nuestros dedos las toquen para compartir sus saberes olvidados... Los invito a que me acompañen, no sin antes advertirles que hablo de un lugar donde leer te puede llevar a la locura. Donde los libros te pueden herir, encantar o incluso cambiar. Sólo quien esté realmente dispuesto a aceptar esos riesgos deberá leer las siguientes líneas.
En este momento apenas pueden contener el deseo de abrir cuanto antes un libro ¿verdad? Me da gusto, porque de lo que hablaremos hoy es de libros, resguardados en un sitio especial: La Ciudad de los Libros.
La Ciudad de los Libros y la Imagen es uno de los proyectos que se han ido desarrollando durante la gestión de Consuelo Sáizar en Conaculta. Ahora, tras ocho meses de trabajo casi se concluye la restauración del edificio de la Biblioteca José Vasconcelos en la Ciudadela, lo que da pie para que se comience la construcción del teatro Antonieta Rivas Mercado. Éste contará con una capacidad para 200 personas dentro de una infraestructura de gradas replegables y un escenario movible para que se pueda adecuar a cualquier tipo de presentación u obra. Además, tendrá un vestíbulo que bien podrá ser aprovechado para realizar eventos y exposiciones.  
Asimismo se construirá la cafetería Nellie Campobello en el patio central, un espacio infantil con ludoteca, bebeteca, sala braile y espacio para cuentacuentos, y la Libreria Educal Alejandro Rossi que contará con dos secciones: para adultos e infantil. Además se añadirán espacios para las bibliotecas personales de José Luis Martínez, Antonio Castro Leal, Jaime García Terrés, Alí Chumacero y Carlos Monsiváis.
Cabe destacar que en esta ciudad los artistas no serán expulsados, ya que habrá varias intervenciones plásticas en los espacios. Dentro del teatro experimental habrá un mural del Dr. Lakra; en el centro de la cafetería estará una obra del artista holandés Jan Hendrix que será creado a partir de plantas de tabaco como recuerdo del pasado de la ciudadela como fábrica de esas hojas; en la librería a partir de una propuesta de Ariel Rojo habrá luminarias en forma de libros que acompañen nuestro vuelo al conocimiento y en el gran espacio infantil estarán varias propuestas de la pintora Magali Lara.
Sí, una ciudad de libros, un espacio en el que se entremezclarán las diversas realidades que estos libros contienen para crear una nueva, una utópica. Pero ¿Por qué las utopías se conciben como ciudades? O mejor, ¿por qué las ciudades se piensan utópicamente?
Lo anterior es algo que se han preguntado muchísimos filósofos y que no daremos respuesta en estas líneas, simplemente pensamos que quizá lo que se intenta es que este contenedor físico, este edificio restaurado y adaptado sea el equivalente de un modelo ideal, es decir, se trata de que la idea, plano y reformas de los arquitectos Alejandro Sánchez y Bernardo Gómez Pimienta, conformen un orden distinto, un escenario diferente del cual podamos apropiarnos. El objetivo es que la utopía logre ser habitada, es decir, ofrecer una zona cómoda, agradable y accesible para los usuarios, tanto para los que tengan largas sesiones de trabajo como para los que hagan visitas ocasionales y dar la facilidad a todos ellos de consumir alimentos y bebidas, todo en un mismo sitio. Siempre estamos buscando una nueva Edad de Oro en la que la sociabilidad se lleve a cabo, ésta es una ciudad cerrada sobre sí misma, autosuficiente y de alguna manera independiente. Es la representación, la mímesis de la ciudad en la que vivimos, pero en un orden distinto.
Asimismo se suma la Imagen a la utopía. Se incluirá la creación de una nueva bóveda en la ciudad que triplicará el espacio actual, para la conservación del archivo que resguarda el Centro de la Imagen (desde 1994 forma parte del mismo espacio), conformado por 45 mil piezas, entre ellas 21 mil fotografías, 18 mil documentos y 8 mil 500 publicaciones especializadas. Este acervo se ha digitalizado para formar parte del Cerebro de la Imagen mayormente conformado por películas y fotografías, el cual que se unirá al Cerebro de la Palabra, cuya sede estará en la Biblioteca Vasconcelos de Buenavista, así como al Cerebro del sonido, que se encuentra en la Fonoteca Nacional. Todos cerebros, máquinas que encierran dentro de sí distintos elementos; máquinas que hacen síntesis de lo heterogéneo.
La mente es una máquina de pensar. Cada uno de nosotros somos una biblioteca andante, cada engrane, cada resorte está organizado para llevar a cabo una función particular en un todo. Lo mismo sucede con estos cerebros. Hay división, especialización y regularidad del trabajo y cada uno guarda distintos tipos de información, de tradiciones, que sin embargo se entrelazan y  forman parte de la misma unidad, como la Biblioteca de Babel narrada por Borges.
Se dijo que La Ciudad de los Libros y la Imagen, sería el centro de un esfuerzo de preservación de la memoria y de atención a diversos grupos de población. Memoria no como un recurso individual, sino como uno social que está en continua construcción y que ayuda a que nuestra vida cotidiana se conforme como un continuo. Bien dicen que la memoria se estructura en función de su presente y se interpreta de acuerdo con determinados intereses y en ese sentido, todos los elementos que conformen los acervos de los Cerebros antes mencionados, se reinventarán con el paso del tiempo.
Es justo esta capacidad de movilidad la que debemos fortalecer, ya que, si esta Ciudad de los Libros se vuelve inmune al cambio se detendrá su propio proceso de autotransformación, es decir, si deja de ser útil, de ser habitada, de ser usada y adaptada a las necesidades de sus usuarios, se volverá un modelo de orden estático y controlado. Las ciudades son naturales en tanto que como hombres no podemos vivir solos, pero también son un artefacto humano que puede ser modificado, es una obra de arte que siempre puede ser perfeccionada.
Ahí dónde se juntan sombras con sombras, donde los libros marcan distancias, ahí es dónde debemos estar presentes para que esta utopía no se convierta en una distopía o en una kakotopía infernal.

Rebeca Barquera

sábado, 31 de marzo de 2012

De Hamlet a Simba sólo hay un hakuna matata.


Qué sorpresa encontrarnos 18 años después una película que cambió la vida de muchos de nosotros: El Rey León, ahora haciendo gala de la tecnología en 3D. En esta nota no hablaremos de lo divertida que es la película o de cuanto lloramos la muerte de Mufasa, sino de algo que se ha convertido de cierta manera en vox populi pero no nos hemos detenido a analizar: las similitudes que hay entre la película de El Rey León de Walt Disney y Hamlet de Shakespeare.
Lo primero que seguramente nos viene a la mente es ¿Será que hay un entrecruzamiento de ideas entre estas obras o simplemente estamos ya predispuestos a encontrar glosas en todo lo que nos rodea? Borges diría que es normal, que los poetas de todo el mundo y todos los tiempos han recurrido a la misma colección de metáforas, ¿por qué no habrían de hacerlo también las películas? Yo considero que si bien, la literatura, la pintura, el cine y demás manifestaciones son producto de una época específica, se pueden reconocer ciertos rasgos semejantes entre una obra y otra a pesar del periodo de tiempo que las separe.
La manera de abordar esta comparación es a través de lo que se llama tópicos literarios, es decir, los motivos, rasgos o unidades de análisis que se han mantenido a lo largo de la tradición literaria y que van apareciendo y reapareciendo a través de la historia con diferentes matices. El primer tópico que trataremos es el del primogénito. En la tradición medieval el primogénito es el que recibe todos los cuidados y se le prepara desde que nace para su futura labor como monarca, en cambio, los hermanos segundos muy pocas veces llegan a ocupar el trono y casi siempre se les hace a un lado. En Hamlet el rey Claudio llega al trono al darle muerte a su hermano, el padre de Hamlet al igual que en la película, Scar elabora una trampa para darle muerte a Mufasa. Motivado por celos,  envidia o deseo el hermano del rey león lleva a cabo la traición de la cual se enterarán los príncipes herederos al trono y de alguna manera tratarán de vengar la muerte de su padre.
Junto con la idea del primogénito se encuentra la de la dinastía, en el sentido de que se trata de hacer sentir al heredero que forma parte de una larga tradición y por lo tanto no debe de tener miedo de tomar decisiones o del poder que su posición le otorga. Mufasa le cuenta a su hijo, a través de una muy bella metáfora, que las estrellas son los reyes que lo antecedieron y que lo cuidan cada noche; a Hamlet a cada momento se le recuerda que él es el heredero al trono, que no debe dejarse llevar por sus sentimientos de luto y que será él el que guiará a Dinamarca cuando su tío y madre ya no puedan hacerlo.
También, está presente el motivo del ciclo de la vida. A Hamlet su Madre, Gertrudis, le dice “pero debéis saber que vuestro padre perdió un padre, y ese padre perdido perdió al suyo” volviendo la pérdida en algo común y repetitivo a lo que debería acostumbrarse. En El Rey León se hace referencia a este motivo a través la canción “el ciclo sin fin que nos mueve a todos y aunque estemos solos, debemos buscar, hasta encontrar nuestro gran legado en el ciclo, el ciclo sin fin”.
           Ya que estamos en el ámbito de las canciones, vale la pena recordar “Hakuna Matata una forma de ser, Hakuna Matata nada que perder, sin preocuparse es como hay que vivir” que le cantan Timón y Pumba a Simba para que se olvide de sus penas y siga el consejo de “siempre hay que dejar el pasado atrás”. En este caso, podemos decir que guarda gran parecido con el consejo que le da Claudio a Hamlet de “No sigas para siempre, con apretados párpados, por entre el polvo, buscando a tu noble padre. Bien sabes que es la ley común que todo lo que vive ha de morir, ha de pasar a la naturaleza hacia la eternidad”, ambos tratan de que el protagonista siga con su vida sin pensar en lo que le ha ocurrido, casi como si fuera el Carpe diem de Horacio.
              Además, encontramos el tópico del somnis imago mortis, es decir, la comparación entre estar dormido y estar muerto, un momento de ausencia de la conciencia que menciona Hamlet en su famoso monólogo “Morir para dormir; no más; ¿y con dormirnos decir que damos fin a la congoja y a los mil choques naturales de que la carne es heredera? [..] Morir para dormir. Dormir, soñar acaso” y que es un poco ridiculizado cuando Timón y Pumba encuentran a Simba en el desierto y no saben si está dormido o muerto, si les conviene ayudarle o dejarlo ahí.

             El tormento amoroso es otro de los temas que comparten las obras. En Hamlet es muy obvio ya que Ofelia por el rechazo, desdén y desinterés de Hamlet se vuelve loca. Empieza a cantar y sus lamentos suenan trágicos y resignados para todos los personajes que la rodean. En cambio, en El Rey León, no vemos el sufrimiento de Nala cuando piensa que Simba está muerto pero si vemos cómo después de la premiada canción de Elton John, los dos leones se pelean porque Simba no quiere regresar y enfrentarse con sus acciones del pasado.

            Otro tópico es el de hombre de armas y letras, el cual implica una lucha interna del ser humano entre su pensamiento y su capacidad de acción. En este caso cabe mencionar el tan conocido: “Ser o no ser, de eso se trata: si para nuestro espíritu es más noble sufrir las pedradas y dardos de la atroz fortuna o levantarse en armas contra un mar de aflicciones y oponiéndose a ellas darles fin.” En este Hamlet reflexiona sobre el conflicto que lo aqueja y debe tomar una decisión, el mantenerse pasivo o iniciar acciones que lo solucionen.  Lo mismo le sucede a Simba ya que no sabe si volver a su hogar o seguir viviendo en aquel Oasis. Rafiki le dice a Simba que puede huir del pasado o aprender de él. 


Es en esta parte de la película en la que la semejanza es más obvia, ya que, tanto Simba como Hamlet tienen la oportunidad de dialogar con su padre muerto. El primero habla con el espíritu de Mufasa a través de su reflejo y una nube, resaltando la frase de Rafiki de “Él vive en ti” y con lo que se despide su padre “Recuerda quién eres”. A diferencia de Hamlet quien dialoga con el fantasma de su padre el cual le pide vengar su muerte. 

Por último, la disyuntiva entre voluntad y conciencia, las lealtades y la traición, la usurpación y la venganza está reflejada en ambas manifestaciones en tiempos muy distintos como ya dijimos, pero además para públicos con diferentes intereses. Hablamos de la diferencia de contextos entre Hamlet y la película animada de El Rey León, una visión renacentista en donde el hombre es el centro del universo en oposición a una idea de comunidad global, convivencia y alteridad casi romántica; de un gobierno imperial y de la democracia modelo. Pareciera que la interiorización de los valores no ha cambiado, que la traición sigue considerándose negativa pero claro, depende de qué traición estemos hablando. En la época de Shakespeare si bien se trata de una traición entre hermanos, se remarca la traición hacia el rey; en cambio, Walt Disney nos habla más de una traición secularizada y ‘democrática’ en un tono más familiar. Es una traición entre hermanos y en este caso sufrimos la muerte del padre no la del rey.
Tal vez en estas obras la técnica, el contexto y la intención oculta sean radicalmente distintas, pero comparten rasgos y motivos, una retoma de la otra los tópicos haciendo una transliteración al lenguaje cinematográfico respetándolo y al mismo tiempo modificándolo para un público radicalmente distinto. Una es una obra de teatro en la Inglaterra del siglo XVII, otra una película animada para niños del siglo XX. Las similitudes las comentamos, las diferencias las obviamos, pero ahora queda preguntarnos ¿Seguimos hablando con las mismas metáforas?
Rebeca Barquera

sábado, 3 de marzo de 2012

Luces, cámara, autómatas y acción.

“Una reflexión sobre el cine a partir del cine en el cine” o “un homenaje a los primeros años del séptimo arte” es lo primero que nos viene a la mente cuando se nos pregunta de qué trata la película Hugo de Martin Scorsese. Pero no es sólo eso, o cuando menos no debería. Hay muchos hilos que quedan sueltos en la historia y en las siguientes líneas trataremos de unirlos.
    Esta película, cuyo guión es de John Logan y está basado en el libro La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick, nos invita a pensar en la noción de la máquina como mímesis, como lugar en el que se entremezclan realidades para crear una nueva y es una excusa para recordar a aquél turco que casi nunca perdió una partida de ajedrez. Sí, el turco, aquél autómata que para Walter Benjamin es “el materialismo histórico manejado por la teología”, o del cual Edgar Allan Poe renegaba diciendo que era “un conjunto de métodos para estimular una ilusión con un enano dentro de él”, se convirtió en la película en un autómata completo, es decir, en una máquina que encerraba dentro de sí el mecanismo que le imprimía movimiento... o bueno, casi todo estaba dentro de sí ya que era necesaria una llave, una llave que le diera cuerda, que le diera la chispa que le faltaba, es decir, movimiento y vida. 
    Pero antes de seguir hablando del autómata debemos ubicarnos. ¿Dónde más podríamos estar a principios del siglo XX si no es en una estación de trenes? y no estamos en cualquiera. Junto al Sena, situada en el corazón de París, estamos en la mismísima estación d’Orsay (hoy museo). El edificio construido para la Exposición universal de 1900, ahora nos cuenta una historia que nada tiene que ver con el impresionismo que hoy alberga sino con el primer mago del cine: Georges Méliès. 
    Este cineasta fue el primero en establecer vistas en movimiento dramatizadas frente a la cámara, valiéndose de dos recursos mágicos: la sustitución y la desaparición. Elementos que seguimos viendo un siglo después, a pesar de haber sido utilizados por actores mudos que se comunicaban con un público de sordos y que como dice en la película fueron parte del lugar en el que se construían los sueños. Un viejo loco decía que quien domina la ficción trastorna la realidad y es justo la locura la que nos permite desligarnos un poco de las comparaciones con lo real y hablar de la imaginación, de la aventura y del misterio que envuelve a cada momento la historia de Hugo. 
    Desafortunadamente el padre de Hugo, un relojero, por causas del destino muere en el incendio de un museo del cual unos días antes logró rescatar un artefacto extraño para él... un autómata. El mismo autómata del que hablábamos en un inicio, el de la llave. Este artefacto lo podemos comparar con la noción de los antiguos griegos de Kolossos la cual consistía en poner en relación este mundo con el de los muertos, por lo que implica una sustitución o conmemoración de eso que se ha ido. Es una acción que implica memoria, hacer conciencia del tiempo e imaginación. Pero que no puede llegar a ser sin un ritual de por medio, un ritual que implica movimiento y fiesta, en este caso espectáculo, imaginación y cine... 
    Si únicamente nos quedamos con la idea de que el autómata de Hugo es la imitación del turco estaríamos cayendo en una explicación muy simplista. Aquí queremos manejar el concepto del autómata en tanto mímesis, es decir, como representación de un objeto en un orden distinto, como una nueva invención por lo que éste es aquél. El mecanismo del turco es lo natural, un hombre, un enano dentro de él que le sirve como herramienta, como otro mecanismo para llevar a cabo su función: jugar. En cambio, el mecanismo del autómata de Hugo es mágico y su fin es dibujar un sueño. Su dibujo es una disposición de los elementos de una cosa haciendo mímesis con la que fue la gran película de Méliès pero reconfigurando el sentido. Este orden de las cosas quizá pueda verse como una teleología y sí lo es dentro de la lógica de la película ya que Hugo piensa que ese podría ser un secreto que su padre quiso compartir con él... la primer película que él vio en el cinematógrafo. La representación hace unidad de tiempo, crea su tiempo. Esta frase no podría ser más literal en la película. ¿A qué me refiero? Me refiero a la gran maquinaria de los relojes de la estación que funcionan como un gran organismo del cual debe estar siempre pendiente Hugo ya que sin él, dejaría de moverse. Este organismo es la materialización del tiempo que a su vez depende de quien lo mantiene, el hombre o bueno, un niño.
    Por lo tanto, estamos viendo la manipulación del tiempo y el espacio por la máquina, es decir, hace que de la urdimbre de lo cotidiano notemos el hilo, el quiebre, lo temporal de lo temporario. Toda experiencia dada, como abstracción de lo real, de lo que vivo, es una ilusión, es magia. Pareciera que hablamos de una noción platónica pero en este caso no es así, es más la ilusión como algo que busca no la verdad sino la verosimilitud, que implica convenciones en su construcción, en el hacer, en el plasmar una idea y además ciertos artificios en el lenguaje, en los códigos que rompen con nuestras expectativas de sentido. 
    Esto de algún modo nos habla además, de una metáfora a escalas enormes del autómata como máquina, como mecanismo, como invención. Una invención en la que nos movemos con la tecnología del 3D y los lentes que nos prestan en nuestro cine de confianza. Nosotros entramos en el juego y espectáculo de la máquina del cine, elegimos un lugar en la séptima fila reglamentaria, nos ponemos nuestros lentes y hacemos como si formáramos parte de la película, como si fuéramos la cuarta pared del teatro, tratamos de tocar los engranes y repetimos la reacción de la gente cuando proyectaron por primera vez los hermanos Lumière: nos agachamos al pasar el tren...